

Tallin, Eindhoven, Tórshavn, Madrid y... Don Benito. Cientos de kilómetros de vuelo que Jesús Gil Manzano (Don Benito, 1984) ha realizado para cumplir con sus compromisos como árbitro internacional en lo que va de septiembre. Lo más cómodo para él sería vivir en Madrid, sin embargo, se resiste a poner distancia con su pueblo, su gente y sus calles, como la de Antonio Maura que le ha visto crecer. Una ciudad de la que se distanció solo para estudiar Ciencias Ambientales, carrera a la que en su juventud veía con más salida que las Ciencias del Deporte que siempre le han gustado.
–Siempre ha tenido claro que quería estar en Don Benito.
–Me llegué a plantear el irme a vivir a Madrid, ahora que la demanda de VAR supone tener más viajes, pero decidí quedarme. Aquí tengo mi vida, con mi familia, mis amigos y mis sitios de entrenamiento. Aquí la única opción que tengo es en coche y para viajar en avión tengo que calcular salir cinco o seis horas antes, cuando en Madrid lo tendría a una hora. Extremadura no es que esté muy bien conectada y sí que me toca esa carretera, pero prefiero sacrificar esas tres horas que tienes a Madrid de coche y seguir viviendo donde me siento bien.
–¿Qué significa en su vida este parque Tierno Galván?
–Empecé aquí a hacer atletismo con nueve años, he entrenado día sí y día también, con frío o con calor. Antes no había esa fiebre de 'running' que hay ahora, había muy poca gente, pero sí que teníamos un grupo de amigos que, de hecho, siguen siendo mis amigos. Esto contribuía a que el atletismo fuera mi modo de vida.
–Soñaba más con ser atleta que futbolista.
–Futbolista no, eso lo tenía claro, sabía de mis capacidades (risas). Pero sí que fui compatibilizando el atletismo con el arbitraje. Cuando llego a cadete empiezo a despuntar en atletismo, llego a ser Campeón de Extremadura. En el arbitraje empecé muy jovencito, con 11 años, y también conseguí despuntar. Me moví entre las dos aguas siempre intentando hacerlo lo mejor posible en las dos disciplinas. A los 17 años, quedé décimo de España en 5.000. Pero cuando llego a la universidad, ya el atletismo requería mucho más sacrificio, lo seguí practicando, pero me focalicé más en el arbitraje. Entonces estaba en Tercera División, categoría a la que también llegué muy joven. Quería aprovechar ese tren y fue realmente cuando elegí.
–Con 11 años, en Don Benito, uno decide ser árbitro, ¿por qué?
–Fue mi hermano, que un día llegó a casa diciendo que se quería apuntar y que me apuntara con él. Con 11 años tampoco eres muy consciente de los recursos que tienes. Recuerdo que entonces te tenías que comprar tu propia ropa, los ahorros de la paga los invertí en mis primeros trajes de árbitro. En mi primer partido gané 600 pesetas como juez de línea, mis padres me daban 300 o 400 pesetas de paga. Llegué a casa y le dije a mi padre «¡Mira, he ganado 600 pesetas!», que me respondió: «Pues esas guárdalas y adminístrate porque yo ya no te voy a dar paga». Mis padres siempre me han dejado que me administrara, eso es algo bueno, porque siempre han sido un apoyo, pero me han enseñado a darle valor al dinero. Aunque nunca me ha movido eso, en el arbitraje me motiva querer más, progresar y aprender categoría tras categoría.
–¿Cuánta gasolina le queda?
–Los viajes es verdad que desgastan mucho. Desde que me nombraron árbitro internacional he notado que cada vez cuesta más, pasas mucho tiempo fuera de casa. Tengo 37 años, con una vida bastante sana, y me siento con mucha fuerza. Sobre todo, porque al final de una carrera es cuando empiezas a recoger los frutos del trabajo. Los grandes campeonatos, siempre lo digo, están por venir. Eso te ayuda a seguir trabajando y yo espero que me quede mucho tiempo.
–¿Y qué meta no le gustaría dejarse por cumplir?
–El poder disfrutar de un campeonato como la Eurocopa o un Mundial creo que es fundamental. Pero no debemos olvidar seguir disfrutando de la Liga, una competición muy bonita y no por el hecho de que sea lo regular deja de ser extraordinario.
–Y en clave de pasado, ¿puede quedarse sólo con un partido?
–La final de Copa del Rey, a mí me tocó la de 2018, Barcelona contra Sevilla. Es el partido más bonito que se puede pitar. Cuando hablas con los árbitros veteranos todos lo decían, pero hasta que no lo pitas en primera persona no lo sabes. Yo ese día estaba feliz. Ha sido el más especial, todavía se me ilumina la cara cuando hablo de aquel partido. Además, fue mi familia. Me quedaría con ese, sin desmerecer el resto.
–Para la familia precisamente no será fácil estar en la grada.
–No, no lo es. A mí no me gusta que vayan porque yo estoy centrado en lo mío, tengo facilidad para ello, pero entiendo que hay momentos y situaciones que pueden ser desagradables para ellos. Que estén allí en primera persona y puedan escuchar o que noten que no se te está dando bien el partido. No hace falta el insulto para que ellos lo pasen mal, a veces, es la propia actuación.
–¿Y dónde se ve una vez que 'cuelgue' las tarjetas?
–Me gustaría seguir vinculado al fútbol. Muchas veces nosotros tenemos, entre comillas, la edad para retirarse en 45 años. Pero no quiere decir que vayas a llegar con 45 años porque una temporada te voltea todo lo que llevas recorrido. No sé qué pasará, pero llevo viviendo del fútbol toda mi vida, practicando deporte toda mi vida… Lógicamente, el vínculo con el arbitraje me encantaría mantenerlo.
–¿El futuro será en Don Benito?
–Lo intentaré. Yo cuando termino un partido estoy deseando volver a Don Benito, porque es como una zona de confort. Aquí llego y me encuentro a mi gente, saben cuándo tienen que hablar de fútbol y cuándo no, el venir a este parque a correr me hace desconectar de todo… Nadie es profeta en su tierra, pero yo aquí me siento muy querido.
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